miércoles, 6 de noviembre de 2013
Crítica de "Turbo"
El cine de animación se ha convertido en una suerte de manual de autoayuda para niños capaz de proporcionar esas dosis de inspiración, optimismo y autoestima de las que carece un sistema educativo mal enfocado. Si repasamos las tramas de los últimos estrenos todos están protagonizados por pequeños anti-héroes que anhelan conseguir algo para lo que, a priori, no estaban destinados. Un villano de videojuego (Ralph) que quiere ser el bueno; un pequeño monstruo (Mike Wazowski) que quiere convertirse en un gran asustador; o un adolescente (Justin) que quiere escapar a la imposición paterna de convertirse en abogado para ser un caballero medieval. El mensaje es claro: si te rebelas contra tu destino, te pones orejeras y te lo curras podrás cumplir todos tus sueños, por imposibles que parezcan. Este nuevo trabajo de la factoria DreamWorks viene a sumarse a esa lista.
La idea de un caracol que gana las 500 millas de Indianápolis parece haber salido del mismo laboratorio creativo que la idea de una rata que se convierte en el mejor chef de París. La diferencia es que mientras que los chicos de Pixar nunca mancillaron la lógica del universo que habían creado, mostrando lo imposible con asombrosa naturalidad, aquí se ha recurrido a una artera licencia de guion como atajo rápido: la súper velocidad de Turbo proviene de una fortuita inyección de óxido nitroso. El parecido es tan grande (con secuencias calcadas) que nos hace detectar cierta fórmula detrás de este debut de David Soren, aunque, a cambio, posee algunos toques de distinción nada desdeñables: la animación de los caracoles es un excelente recital de elocuencia ocular, el diseño de los tunings (con su estela fluorescente) mola muchísimo… Y su realista recreación del lado más sucio de Los Ángeles, con una deprimida comunidad de latinos convertida en cómplices secundarios, no sólo confirma el auge del latin power en Hollywood; también el trasfondo progresista de la mayor parte de la animación comercial actual, convertida en lúdico motor para el cambio social.
VEREDICTO: Tus hijos querrán adoptar un caracol... aunque tú preferirías una rata cocinera.
Autor: David Bernal (Cinemanía)
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