lunes, 18 de noviembre de 2013

Crítica de "Blue Jasmine"


La cita del 2013 con Woody Allen se llama Blue Jasmine una especie de puesta al día de la obra de Tennessee Williams Un tranvía llamado deseo, y que se centra en la figura de la socialité que lo pierde todo cuando se descubre que su marido ha hecho su fortuna de manera fraudulenta. Allen se ha basado en Ruth la esposa de Bernard Madoff, pero sobran los ejemplos.

La Jasmine del título es una arribista, una mujer cuyo mayor objetivo en la vida ha sido casarse con un pez gordo para poder disfrutar de una lujosa vida y entrar en la alta sociedad. Es la dama boba que no se entera, o no se da por enterada, de que el origen de su fortuna se basa en las actividades fraudulentas. Un buen día su mundo se derrumbará cual castillo de naipes cuando su marido sea acusado de estafa. Jasmine, que no es capaz de asumir que ha tocado fondo, se verá obligada a trasladarse a San Francisco en donde vive su hermana Ginger, que a diferencia de ella no salió de la clase baja.


Woody Allen nos habla de lo peor de la condición humana. Realiza una crítica a la alta sociedad compuesta por arribistas e hipócritas que han hecho su fortuna de manera fraudulenta. Y lo hace presentándonos una comedia por lo que es muchísimo más despiadado en su retrato, porque no paramos de sonreír al ver cómo se va hundiendo en el fango la protagonista. Podría decir que en Blue Jasmine veo al Allen más inspirado, al mejor de las últimas dos décadas, muy por encima de la injustamente vapuleada El sueño de Cassandra y a un nivel superior que Match Point.

Woody Allen escribió Blue Jasmine pensando en Cate Blanchett, después de haberla visto interpretar sobre los escenarios a Blanche DuBois en Un tranvía llamado deseo bajo la dirección de Liv Ullmann. Y habría sido un tremendo error si la australiana no hubiese aceptado la oferta de Allen. Porque no nos podemos imaginar a otra actriz interpretando a Jasmine. Tiene tanta clase que la podemos identificar con cualquier socialité neoyorquina que veranea en Los Hamptons, que se codea con los más poderosos, y cuya mayor aspiración en la vida es convertirse en la sombra de su marido. Y tiene tanto talento que a pesar de interpretar a un personaje tan patético, que sin duda está cumpliendo merecidamente su castigo aunque lleguemos a sentir lástima por ella, tan extremo, totalmente enloquecido, que en ningún momento da la sensación de que el papel se le ha ido de las manos, y lo que es mejor, a pesar de que la película sea totalmente suya no te dice “soy Cate Blanchett y soy la mejor actriz viva”. La Blanchett no es que esté de Oscar está muy por encima de eso.

Sería injusto que el huracán Blanchett dejase a Sally Hawkins sin ningún tipo de reconocimiento. Soy consciente de que su interpretación en Happy go lucky de Mike Leigh irritó a más de un espectador. Nada que ver con lo que hace en Blue Jasmine. En la cinta de Woody Allen no se deja devorar por una Cate Blanchett superlativa. La Hawkins borda el papel de choni, una mujer tan cateta que es capaz de hacerle una reverencia a su cuñado millonario, y que asume que no puede aspirar a más porque no ha sacado buenos genes.


Ambas actrices están muy bien acompañadas por Bobby Cannavale, Alec Baldwin, Andrew Dice Clay, Peter Sarsgaard, Michael Stuhlbarg y Louis C.K. El que tiene el papel más lucido es Bobby Cannavale, que interpreta al novio de Ginger, un Stanley Kowalski de nuestros días, y está fantástico. Lástima que Allen haya desaprovechado tanto a Andrew Dice Clay y Louis C.K.

Blue Jasmine merece ocupar los puestos de cabeza cuando nos pongamos a analizar la cosecha de este año. Es otra joya más en la extensa filmografía de ese genio neoyorquino llamado Woody Allen.

Autor: Mary Carmen Rodríguez (lashorasperdidas)


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