lunes, 25 de noviembre de 2013

Crítica de "Los Juegos del Hambre: En Llamas"


Partamos del hecho de que desconozco por completo las novelas originales y, por tanto, ignoro hasta que punto la segunda entrega literaria de Los Juegos del Hambre supone un avance real en la historia de la saga. Pero enfrentarte a una película y tener la sensación de que estas viendo prácticamente la misma historia que en la anterior entrega, es un poco frustrante como espectador. Y no me refiero a esas secuelas que repiten un determinado esquema, me refiero a que casi todo en esta película es igual que en la anterior.

Es un mal que se le podría achacar también a una saga como la de Harry Potter, que encima tenía siete entregas. Pero en aquella si que encontrábamos secuencias y escenas reivindicables en casi cada una de las películas. En Los Juegos del Hambre, hasta ahora, no hay casi momentos que hagan especial la saga. Y no son malas películas, simplemente da la sensación de que van con el piloto automático el 90% del tiempo, cumplen como blockbuster, son entretenidas, pero ese hueco de saga potente que debería ocupar aún le queda muy holgado.


Pese a todo esto, si que en este título hay un punto destacable frente a la predecesora. Teniendo un desarrollo casi idéntico, en ésta si que existe una constante tensión latente de que “algo se mueve” y de que es imparable. Desde el primer momento nos sitúan en ese régimen totalitario en el que ahora Katniss supone una verdadera amenaza porque se ha convertido en un símbolo, o más bien, un detonante. Quizás la parte más interesante de toda la película se encuentra en su primera mitad. Justo antes de los nuevos juegos, Katniss es amenazada por el Presidente Snow con poner en peligro las vidas de todos sus seres queridos si no sigue un guión que la convierta en un engranaje más del régimen. Durante una buena parte de la trama tanto el Presidente como Katniss compartirán objetivo con distintas motivaciones, aplacar los ánimos de la gente. Pero la gente ya empieza a tener iniciativa propia y que ella haga o deshaga no va a frenar las fichas de dominó. Así que llega un punto en el que es ella la que debe asimilar que hay cosas que van a ocurrir quiera o no, y lo que ella puede hacer es decidir si se implica o se mira el ombligo. Y en torno a ese dilema también surgirá quizás la escena más simbólica (y moñas), la bofetada definitiva al sistema, el momento en el que tanto ella como el presidente terminan por asumir que el conflicto no se va a parar con una puesta en escena.

Es verdad que ese mérito es de la propia novela. Es, de hecho, el único punto de evolución real respecto a la trama de la primera parte. Un cambio de marcha que aumenta la tensión, pero que sigue sin poner el motor al límite, como si la primera parte hubiese sido la vuelta de calentamiento y ésta la de clasificación. El circuito es exactamente idéntico.


La segunda mitad de la película se sumerge de nuevo en los Juegos del Hambre que vuelven a adolecer de esa capacidad de asombro que se espera de las escenas de acción. Se centran más en juegos de alianzas y sospechas muy rudimentarios y dejan pasar muchas oportunidades de crear escenas mínimamente impactantes. Todo eso con otro clímax poco inspirado y precipitado, rematado con uno de esos finales a capón que hemos visto en varias secuelas “pre-desenlace”. Finales que hemos visto igual en Matrix Reloaded o Crepúsculo: Amanecer Parte 1 a modo de cliffhanger televisivo con un personaje clave asumiendo el crecimiento definitivo de su rol en la saga en un último y revelador primer plano. Recordemos, por favor, que estamos en un cine, que el capítulo siguiente no es la semana que viene. Como espectadores agradeceríamos un final un poco más elaborado. Please.

Se nota, eso sí, que hay alguien más que competente, aunque bastante impersonal, como Francis Lawrence tras la cámara. Lawrence ha lidiado con blockbusters de primera línea como Constantine o Soy Leyenda y sabe dar a la película cierto empaque, sobre todo para una duración de dos horas y media que no se hacen largas pese a que, puestos a repetir esquemas, podían haber acortado bastante.
Quedará esperar a la tercera parte, que me consta que es bastante distinta y más cruda, para ver si esta saga es capaz de rematar de forma sorprendente una historia que hasta ahora se queda en buenas ideas pero desarrolladas sin mucho interés. Eso, en una saga que habla de revelarse contra el sistema y en una época en la que esa clase de mensaje calaría mejor que nunca, es un punto negro importante. Lo tienen a huevo, a ver si culminan.

Autor: Javier Ruiz de Arcuate (lashorasperdidas)

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