miércoles, 20 de noviembre de 2013

Crítica de "El juego de Ender"

 En la excepcional (y sumamente mal entendida y recibida en su momento) La chaqueta metálica (1987), Stanley Kubrick diseccionaba con ritualista frialdad los mecanismos del estamento militar para convertir a jóvenes reclutas en asesinos sin alma. El gran acierto de Kubrick fue mutar, en espíritu y casi formalmente, la novela original de Gustav Hasford en un críptico remake de 2001: Una odisea en el espacio (1968): los soldados vistos como astronautas zombificados abandonados en un planeta desconocido para matar y ser muertos camino hacia la niebla del destino fatal. Podría ser que esa idea le viniera al autor de El resplandor (otro estudio sobre la alienación y la asunción de la violencia) de El juego de Ender, publicada en 1985 y escrita por Orson Scott Card, primera (y mejor) entrega de la que sería una saga fundamental dentro de la ciencia ficción. La novela (y en menor medida esta adaptación cinematográfica que por fin es una realidad) no es sino el manual de cómo hacer de un niño un asesino de masas, un genocida extraterrestre… por el bien común de un estado totalitario. Gavin Hood (un cineasta no demasiado brillante, pero sí lo suficientemente ambiguo moralmente) lo ha sabido ver bien: su El juego de Ender es una adulta, incómoda y brillante descripción de la génesis de un protodictador. Más que en las concesiones al gran público palomitero (excelentes con todo sus secuencias de acción y efectos visuales), el film de Hood sobresale en esa educación/duelo pigmalioniano entre los personajes del chico y su instructor (un frankensteiniano y magnífico Harrison Ford), o en sus ingrávidas escenas de entrenamiento coreografiadas como las odas olímpicas nazis. Podría lamentarme de que El juego de Ender carezca de un director capaz de extraer más petróleo de su resbaladiza y apasionante premisa (pienso en John Milius o en Paul Verhoeven), o de que haya prescindido de la subtrama terrestre que es tan vital para el sentido final del original literario de Card… Tal vez no sea este El juego de Ender que se merecía la novela, pero sí una sorprendente y más que interesante (y espectacular) muestra de la ciencia ficción capaz de abrir discusiones y debates entre los espectadores.

Autor: Fausto Fernández (Fotogramas)

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