martes, 28 de enero de 2014

Crítica de "El lobo de Wall Street"


La última película de Martin Scorsese puede entenderse como su particular rebelión contra el corte a negro que cerraba Los Soprano: su acto de resistencia frente al hecho de que el discurso que abrió con 'Malas calles' (1973), que hiperbolizó en 'Uno de los nuestros' (1990), y que tuvo su aparente coda crepuscular en 'Casino' (1995), llegara a esa anti-épica estación término. 'El Lobo de Wall Street' también podría ser la pareja de baile de 'Gangs of New York' (2002). Si en aquella se exploraba el origen de América como tierra del crimen organizado, aquí se explora la transubstanciación de esa energía oscura y depredadora: su mudanza de las cloacas a las altas fnanzas.

Adaptación de las memorias cínicas y jactanciosas del tiburón fnanciero Jordan Belfort, 'El Lobo de Wall Street' es un desaforada comedia negra alrededor del Síndrome de Hubris: un ejercicio de lo que el cineasta mejor sabe hacer, un relato cocainómano de ascensión y caída, donde la autoexaltación patológica evoluciona a pesadilla paranoica, un Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941) para un hombre sin alma que construye un laberinto sin enigma en su centro. Leonardo DiCaprio se suma al juego transformándose en un instrumento de portentosa sobreactuación, tan pirotécnico como el histérico montaje de una Thelma Schoonmaker hipervitaminizada.

Autor: Jordi Costa (Fotogramas)

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