La última película de Martin Scorsese puede entenderse como su
particular rebelión contra el corte a negro que cerraba Los Soprano: su
acto de resistencia frente al hecho de que el discurso que abrió con
'Malas calles' (1973), que hiperbolizó en 'Uno de los nuestros' (1990), y
que tuvo su aparente coda crepuscular en 'Casino' (1995), llegara a esa
anti-épica estación término. 'El Lobo de Wall Street' también podría
ser la pareja de baile de 'Gangs of New York' (2002). Si en aquella se
exploraba el origen de América como tierra del crimen organizado, aquí
se explora la transubstanciación de esa energía oscura y depredadora: su
mudanza de las cloacas a las altas fnanzas.
Adaptación de las
memorias cínicas y jactanciosas del tiburón fnanciero Jordan Belfort,
'El Lobo de Wall Street' es un desaforada comedia negra alrededor del
Síndrome de Hubris: un ejercicio de lo que el cineasta mejor sabe hacer,
un relato cocainómano de ascensión y caída, donde la autoexaltación
patológica evoluciona a pesadilla paranoica, un Ciudadano Kane (Orson
Welles, 1941) para un hombre sin alma que construye un laberinto sin
enigma en su centro.
Leonardo DiCaprio se suma al juego
transformándose en un instrumento de portentosa sobreactuación, tan
pirotécnico como el histérico montaje de una Thelma Schoonmaker
hipervitaminizada.
Autor: Jordi Costa (Fotogramas)
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