jueves, 15 de agosto de 2013

Crítica de "Pacific Rim"


En un momento dado uno de los personajes de 'Pacific Rim' dice que "Cuando haces la Deriva con alguien sientes que sobran las palabras", siendo la Deriva el momento en que dos pilotos "sincronizan" su mente para poder controlar al Mazinger Z de turno. Entonces, ¿por qué una película cuya teórica gracia reside en algo tan sencillo, tan simple, tan humano, tan divertido como puede ser ver a un robot y a un monstruo gigante intercambiarse guantazos acumula tanta, tanta y tanta palabrería gratuita? Esta especie de Street Fighter ciclado lo tenía todo a favor para hacer la Deriva con el espectador, para que como ocurría con las buenas recreativas hacer sentir al espectador que "sobran" las palabras. Lo tenía, peeeero...

Después de cinco largos años oyéndole hablar de tres mil proyectos distintos, por fin Guillermo Del Toro estrena algo... digamos que nuevo, si bien con esta 'Pacific Rim' su nombre pierde parte del brillo que atesoró en su momento con 'El laberinto del Fauno', generando una duda más que razonable sobre si es un buen diseñador de producción, más sólo un buen diseñador de producción (y si acaso productor). Este cruce, evidente en base a mis referentes (los que tengo) entre los "mecha" a lo Mazinger Z y las "monsters movie" a lo Godzilla, o una especie de versión pija de lo que sería un muestrario de clichés a lo Power Rangers, debería de destacar en la larga lista de producciones de verano que aparecen ante todo como si fueran un repertorio de efectos especiales, algo tan porno como el Godzilla de Roland Emmerich del que, sin embargo, quien lo iba a farfullar, parece una versión impersonal, seria y avergonzada para carcas cual café descafeinado, y como si la idea, simple, de dejarse llevar por la ambición de hacer algo franco y directo fuera como para avergonzarse. Pero claro, Emmerich es un pelmazo mientras que Del Toro es un "auteur".

Monstruos y robots gigantes riñendo de forma no educada. ¿Acaso eso no puede considerarse un sueño húmedo para cualquier "rarillo"? Parece tan claro que cuesta morderse los labios para no decir que con 'Pacific Rim' un realizador sin complejos hubiera disfrutado como un niño en una tienda de golosinas, y nosotros con él. Posiblemente el resultado, visto al nivel del mar, hubiera sido peor, pero no hay mal que por bien no venga, hubiera sido mucho más divertido. Porque esa es la libertad y ventaja de los realizadores que no tienen nada que demostrar como Bay, Sommers o Emmerich, que pueden hacer "malas" películas. Es más, es lo que se espera de ellos. Del Toro no, Del Toro tiene nombre. De ahí tal vez que se vea obligado a perrear sobre seguro para hacer una "buena película", aunque eso, por contra, signifique hacer de una gamberra en potencia un vehículo para el lucimiento del tedio. Buena, pero aburrida también. Aunque eso de buena, en base a la transcripción de clichés, manierismos, tópicos y frases sentenciosas sin pudor ni resquemor que colecciona su guión, habría que cogerlo con pinzas...correcta, quizá, mucho mejor que la propia película.

No hay peor enemigo que el que uno lleva dentro, en su cabeza (por incluir el "nunca mejor dicho" en la frase), y el de 'Pacific Rim' es su vergüenza para dejarse llevar por la desvergüenza, por la simpleza que exigía un argumento al que quizá le pese demasiado la contrapartida de disponer de 200 y pico millones de presupuesto. Si, los efectos especiales parecen buenos, si bien existe cierta torpeza a la hora de hacer que luzcan a la manera en que, con mucho menos millones, hizo el propio Del Toro en cualquiera de las dos 'Hellboy'. Los efectos especiales son buenos cuando un montaje demasiado nervioso, la noche y el tan socorrido líquido elemento del agua, siempre presente como una cortina de humo, dejan algún que otro resquicio para apreciar lo que, por qué no, podrían ser dos tíos disfrazados durante la mayor parte de sus dos larguísimas horas. Error de base, y de novato: la acción toma la referencia en las alturas, en donde no existe ni perspectiva ni gentío que doten de vida a la maqueta sobre la que parece que juguetean, como si se tratasen de los Zangief y Balrog en 'Street Fighter: La película' de esta sí una verdadera oda a la inmundicia de la serie B.

Por si fuera poco las escenas de acción, que encima tardan en llegar a la cita, resultan tan estáticas como poco inspiradas, centradas casi en exclusiva en los confusos versus de rigor en donde se ejecutan los movimientos predefinidos sin mayor ilusión por vivir. O puede que sea, sencillamente, que la falta de tensión dramática redunde en una falta palpable de emoción, algo que se ve redondeado por un arco argumental que, fiel a la doctrina Lindelof, deja más preguntas (e inconsistencias) por el camino que respuestas, sirva la socorrida excusa de que la secuela todo lo arreglará. 'Pacific Rim', además, no sorprende ni maravilla. No sólo porque visto uno de los 7.324 tráilers ya está visto buena parte de su ganancia, también porque abraza de forma harto cansina la convencionalidad de un esquema que no asume mayor riesgo que el consabido cameo de Santiago Segura. Y eso es posiblemente lo peor del filme, la previsible y rutinaria falta de alma que la haga sobresalir de entre toda la estúpida morralla veraniega de igual manera que sus protagonistas sobre el nivel del mar. No es que sea mala... es que, sencillamente, es vulgar. Y eso, tratándose de robots y bichos gigantes, es muy imperdonable.

Autor: Juan Pairet Iglesias (El Séptimo Arte)

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