martes, 13 de agosto de 2013

Crítica de "Pacific Rim"


Va una apuesta: de todos los blockbusters de acción de este verano, Pacific Rim va a ser el más inocente, en el sentido más dulce de la palabra, y esa extraordinaria inocencia de la que hace gala va a conseguir que perdure en nuestra memoria durante un margen de tiempo mucho más amplio del que creíais que iba a gozar. Todo ello sin ser la mejor película del realizador mexicano – aunque desde luego es en la que más exigido se ha visto en el aspecto visual, y del desafío sale victorioso- y sin resultar siquiera memorable en sus aspectos más personales -aunque Idris Elba es, a falta de una expresión más elegante, la puta hostia en este film-. Pacific Rim triunfa por inocencia, amor, y sencillez (que no simplicidad).

Saboread esta sinopsis, por amor de Espinator: es el 20XX y unos bichardos de doscientos metros de altura emergen de un portal interdimensional en el fondo del Pacífico con la intención de romper cosas y matar gente antes de romper más cosas y matar aún a más gente. Para combatir a estos animalacos, conocidos con el nombre de Kaiju, la comunidad internacional decide responder con un programa de robots gigantes, los Jäger, controlados por dos pilotos dotados de un alto nivel de compenetración gracias a un enlace mental conocido como la Deriva, desde donde cada uno opera su correspondiente mitad de robot. Pacific Rim nos lleva a los últimos instantes de una larga guerra de más de una década, en un momento en el que la Humanidad emprende un plan suicida para atacar a los Kaiju justo en la boca del lobo: el portal donde todo comenzó.


Cualquier espectador avezado leerá el resumen previo y se imaginará que el guión va a ser el primer sacrificado de este espectáculo. La respuesta es “así es” PERO también hay que decir que este problema no tiene por que ser tan malo y que las sorpresas del libreto están escondidas. La primera de ellas es su estructura inusual. Pacific Rim se desdobla en dos historias: la protagonizada por el traumatizado piloto Raleigh Becket (Charlie Hunnam), la especialista técnica Mako Mori (Rinko Kikuchi) y el comandante de la misión, Stacker Pentacost (Idris Elba). La segunda tiene como protagonista absoluto al científico Newton Geizler (Charlie Day), embarcado en una misión en Hong Kong en busca de un objeto clave para dar la vuelta a una guerra casi perdida. Ambas historias conectan progresivamente conforme la película se encamina a su último tercio. Como consecuencia, Pacific Rim se diferencia de sus rivales de cartelera en la ausencia de una gran secuencia de acción central. En su lugar, decide incrementar progresivamente la tensión hasta darlo todo dividiendo su clímax en dos grandes set pieces que abarcan la última hora de metraje. Esta forma de encajar las escenas desemboca en que PacRim dura los 131 minutos mas rápidos que he visto en mucho tiempo (y me he tragado la película dos veces). La propuesta tiene un “pero”: quince minutos de cháchara a partir de la media hora, más o menos, cuando el film tiene que recurrir inevitablemente a la exposición pura y dura para ayudarnos a digerir los planes de los protagonistas, y algunos de sus conceptos mas complejos.

Y es un film plagado de conceptos. Pacific Rim parte de un nivel más elevado de dificultad que congéneres como Independence Day o G.I. Joe porque comprende un mayor número de ideas que nos resultan ajenas: los kaijus, los Jäger, la Deriva, y el universo que Del Toro y el guionista Travis Beacham construyen en torno a ellos (como la existencia de un mercado negro de órganos de los bichardos, que a la postre resulta esencial para el desenlace). En este sentido, las ralentizaciones en la acción no son agradecidas, pero son inevitables, y afortunadamente están supervisadas por un maestro del ritmo. Porque Del Toro es ritmo. Ritmo, ritmo, ritmo. Y esa característica se percibe especialmente en sus obras más comerciales, como Mimic o Blade 2, y se expresa a través de la fotografía de su hermano de fatiga, el director de foto Guillermo Navarro, que no es capaz de hacer un plano feo ni harto de vino. Incluso en los momentos mas áridos del film (que por cierto se pasa sus buenos minutos en un hangar, entre habitaciones y cocinas) el dire de foto de México DF se marca un festival de colores.


En resumen: a excepción de los primeros 20 minutos, PacRim gasta su primera hora amparada a la sombra de Del Toro, Navarro, chispazos esporádicos de Elba, y cierta curiosidad sobre el avance de la trama.

Y entonces explota.

El combate de Hong Kong (nuestro robot protagonista, el Gypsy Danger, solo contra dos bichardos) es increíble. Pero increíble de verdad. Por desarrollo -suceden cosas sorprendentes cada cinco minutos- y por su asombrosidad visual: la sensación de tamaño es rotunda por decenas de motivos. Por el compacto formato cinematográfico escogido, por la decisión del director de decelerar la acción para dar un efecto de gigantismo, por la constante introducción de objetos para dar sensación de escala, por el amor por el diseño de los Jaeger, cada uno instantáneamente reconocible a un golpe de vista, por el extraordinario trabajo de los chicos y chicas de la Light & Magic –esta película debería figurar en su portafolio histórico de trabajo– que dan peso total y absoluto a maquinas y bestias a cada segundo del film. Es una media hora prodigiosa (potenciada por el hecho de que ambas tramas conectan) que desgraciadamente consigue el clímax definitivo se quede un poco deslucido, por simplón (unido al hecho de que el escenario es bastante menos atractivo).

En esta media hora, tres cuartos de hora, Pacific Rim florece, y el film sería mucho menos eficaz sin el trabajo que hay durante los minutos previos. Trabajo sucio en algunos momentos sobre los hombros de los actores. PacRim obliga a tirar de Carisma porque no tiene tiempo para que desarrollen nada más. Hunnam tiene el papel más desagradecido de todos (joven-heroico-traumatizado-que-deberia-ser-más-gracioso-de-lo que-es) y la realidad a día de hoy es que Hunnam todavía está en claro proceso de formación (para hacerse mejor una idea de a donde se dirige, imprescindible verle en Sons of Anarchy). Kikuchi solo tiene que ser EXTREMADAMENTE ADORABLE (lo es). Frente a ellos, Idris Elba solo tiene que ponerse la servilleta y zamparse la película como Stacker Pentacost, badass inhumano y capitán gangsta de las fuerzas terrestres. Day y Perlman están mas acostumbrados a soltarse y hacer el gilipollas, por lo que sufren ostensiblemente menos que la pareja protagonista.


Pacific Rim. Octava pelicula de Del Toro. Mismo amor que el resto (dejo en manos de nuestros lectores, mucho más versados, las referencias. Si no se cuentan por decenas me corto el pito). El realizador de Guadalajara tiene un talento especial para hacer películas dificilísimas de crujir, inherentemente encantadoras, e inocentes. Sed encantadores e inocentes y poneros el traje de chavalín/a para esta película. Conforme pasa el tiempo, Hollywood se hace mayor, más oscuro ambiguo y complejo. No vais a tener muchas mas oportunidades como esta.

Autor: Rafa Martín (lashorasperdidas)


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