viernes, 30 de agosto de 2013

Crítica de "Kick-Ass 2"


Tras el más que decente funcionamiento de Wanted, la primera adaptación de un cómic de Mark Millar a la gran pantalla, llegó Kick-Ass, una historia no tan taquillera, pero también más modesta, que llegó perfectamente al público al que aspiraba a gustar. Superhéroes sin poderes con una considerable aura de patetismo, pero que a su vez desprendían un idealismo superior al de un superhéroe de toda la vida y es que, si proteger a los inocentes cuando tienes un poder asombroso es meritorio, lo es más aún cuando eres un mindundi que tiene todas las papeletas para llevarse una somanta de palos. Así, se nos contaba la forja de un héroe (y su némesis), de un ideal, en la era de las redes sociales, con una mezcla de cariño y cinismo muy propia de Millar.

Esta nueva película pudiera parecer un más de lo mismo, pero reposada unos días después de verla, tiene bastante más chicha de la que aparenta. A grandes rasgos la historia no difiere mucho de Kick-Ass. Partimos del punto donde acabó la anterior película, tras la muerte del capo mafioso interpretado por Mark Strong, con Dave Lizewski intentando dejar de ser Kick-Ass, con Hit-Girl intentando mantener a los chorizos a raya y con Chris D’Amico intentando vengarse por la muerte de su padre a manos de nuestro peculiar héroe. Tres personas, en definitiva, marcadas por sus respectivos padres.


La anterior ya planteaba el tema paterno, pero desde la labor de educador, de la responsabilidad de un padre como mentor de sus hijos. En esta ocasión habla de la esa figura ante la que responder incluso cuando ya no están presentes. Tanto Hit-Girl como D’Amico (El Hijoputa) son personas que desean seguir el legado de su padre y a las que sólo unos “suplentes implicados” (estupendos Morris Chestnut y John Leguizamo como nuevos “educadores”) consiguen contener medianamente. Ella quiere mantener el ideal de justicia y responsabilidad que Big-Daddy le inculcó, D’Amico trata de convertirse en el supercriminal que su padre jamás pensó que podría llegar a ser. En el caso de Kick-Ass (y que lo mencione en tercer lugar no es casual, Hit-Girl y El Hijoputa tienen personajes más jugosos) está la promesa hecha a su padre de no volver a enfundarse las mallas verdes y jugarse el cuello por ahí. Todos quieren responder a una expectativa y a la vez ser ellos mismos, algo típico de la adolescencia, y que la película aborda muy bien.

Pero no es el único tema de peso que hay en la historia, también está el de la pérdida, la culpa y la responsabilidad que uno siente al respecto. Todos los personajes en algún momento cargan con ese lastre al que todos nos enfrentamos tarde o temprano. Ese punto en el que, sobre todo cuando hablamos de un padre (porque en eso la peli es muy patriarcal), y una vez pasado el dolor de su ausencia, éste pasa de ser un mentor de carne y hueso a una figura superior, etérea y a la vez más pesada porque cuando ya no está para decirte qué espera o no de ti, eres tú mismo el que empieza a interpretar esa demanda y acabas luchando contigo mismo.

Ambas cosas van de la mano en la película, padres/mentores y pérdida, es decir, el LEGADO. Lo que Kick-Ass 2 cuenta claramente es que uno no puede definir su identidad hasta que no asume que ese legado paterno va en uno mismo, que lo que uno quiere, desea, cree y respeta ya implica todo ese aprendizaje, esa herencia. Sabiendo eso, uno debe seguir su propio camino sin tanta carga encima y crecer como individuo a partir de lo aprendido. Un conflicto universal y muy reconocible porque ese equilibrio y ese sosiego son muy difíciles de lograr. Queramos o no, nuestros padres nos dejan una huella de la que no podemos huir. En unos casos, porque queremos respetar lo aprendido y ocupar el lugar esperado, en otros, por todo lo contrario, ya sea por odio, rabia, decepción o todo junto, el legado está siempre presente.


Pero no podemos olvidarnos del aspecto más puramente lúdico y de género. Porque en este título asistimos a la evolución lógica de toda saga de superhéroes. Después del héroe, llegan el supergrupo y la coalición de supervillanos. Es aquí donde encontramos más novedades en cuanto a la acción y nuevos personajes, pero es cierto que, quizás, como los temas antes mencionados tienen mucho peso, éste otro aspecto queda en un segundo plano. Jim Carrey es la gran incorporación de la película pero su presencia no es tan relevante como cabría esperarse. No por él, sino porque la peli no le deja mucho espacio. Lo mismo pasa con el resto de héroes y los villanos. Entre todas las incorporaciones la más disfrutable es la de Mother Russia, una asesina mostrenca, una culturista de dos metros que se ventila a quien haga falta y que tendrá su merecido duelo final.

Resulta muy agradecida también toda la parte de Mindy (Hit-Girl) en el instituto, porque siguiendo el tema del legado y la identidad personal, hay un punto en el que se espera de ella que sea una chica normal, es decir, que haga cosas de chicas. Y aquí llega una buena dosis de mala baba hacia la imagen de la mujer triunfadora que desde Estados Unidos se vende muchas veces, es decir, la zorrupia despiadada. Y mola que en una película que habla tanto sobre padres (en masculino), una chica sea el mejor personaje (ya lo era en la anterior) y vomite (en sentido figurado y literal) sobre ese estereotipo donde la sexualidad no es parte de una mujer, sino un arma para conseguir lo que quiere.

El resultado es una película bastante entretenida, muy continuista en el tono y estilo (a penas se nota el cambio de Matthew Vaughn por Jeff Wadlow), donde quizás uno pueda echar en falta alguna novedad más contundente en lo que es la trama de héroes contra villanos, pero que gana peso en subtexto. Junto con la primera entrega, un generador de debate estupendo en torno a la figura paterna, sobre lo que implica educar y sobre lo que implica ser educado.

Autor: Javier Ruiz de Arcuate (lashorasperdidas)

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