martes, 27 de agosto de 2013

Crítica de "Juerga hasta el fin"


Tras una larga trayectoria como pareja de guionistas, Seth Rogen y Evan Goldberg dan el salto a la dirección con un proyecto muy personal y que no es otra cosa que la adaptación al largometraje de un corto que escribieron hace seis años, Jay and Seth vs. the Apocalypse. Un corto que protagonizaban, como esta película, Jay Baruchel y el propio Seth Rogen, haciendo de sí mismos y enfrentados al Apocalipsis que anuncia la Biblia.

Juerga hasta el Fin es una versión con anabolizantes de aquella idea, que no era otra que la crisis de una larga amistad que, con el fin del mundo en ciernes, no hacía sino resentirse más sacando los trapos sucios al aire. Para potenciar esta idea Rogen y Goldberg han juntado a todo el grupito de colegas que tienen en Hollywood y ya conocido por todos, los cachorros del clan Apatow, que no son otros que James Franco, Jonah Hill, Craig Robinson y Danny McBride (no están todos los que son, pero son todos los que están). Todo comienza con un fiestón en casa de James Franco al que Jay Baruchel, amigo de Rogen de toda la vida, no quiere ir. Se siente fuera de lugar, no encaja con los demás y siente que su amigo se ha distanciado de él para hacer piña con su grupo de colegas famosetes del cine. Una tesitura que cualquiera con amigos de largo recorrido habrá vivido en algún momento, la vida te presenta a gente nueva según vas madurando con la que congenias de maravilla y que surgen ya de un entorno favorable donde hay muchas cosas en común, en este caso, fumetas y peterpanes del mundillo actoral de Hollywood.


El fiestón, lleno de cameos de mucha gente cercana al grupo de amigos y otros que se apuntan al sarao (genial Michael Cera huyendo de su imagen de mindundi y pasadísimo de vueltas), se ve truncado por un terremoto brutal que engulle a la mitad de los invitados. El resto huyen. El reducido grupo de amigos queda aislado y comienza el protocolo de crisis ante lo que poco a poco identifican como el posible Juicio Final.

Como es de esperar, la actitud de los implicados no puede ser más pusilánime y en ocasiones rastrera. Hay mucha coña sobre la percepción que ellos tienen de sí mismos y sobre cómo se les percibe desde fuera. Casi toda la película se sustenta en eso, en explotar la idea de lo que es un actor joven en Hollywood, de cómo interactúan y se relacionan entre ellos, a medio camino entre cierta frivolidad y relaciones de amigos de toda la vida. Al final no dejan de ser gente de carne y hueso, con una dosis extra de ego en algunos casos, y donde lo más remarcable es la trivialidad con la que se toman determinadas situaciones críticas que a gente de su estatus rara vez les afecta. Una distancia ante los problemas que facilita el contraste con lo que les está sucediendo y, por tanto, la comedia.


El resultado es bastante divertido y en ocasiones puntuales la carcajada es inevitable, pero también es cierto que hay un punto en el que ese microcosmos empieza a agotarse y la película se ve obligada a abandonarlo progresivante para centrarse más en escenas de mayor acción, de conflictos derivados del Apocalipsis en el que están inmersos y que les obligan a sobrevivir como sea. Escenas que en algunos casos dan la sensación de “a ver ahora qué hacemos para que pase algo entre ellos”. Llegan soluciones más rutinarias que desembocan en un desenlace bastante previsible y con mucha menos garra que el estupendo comienzo.

Y es que la gracia de la película no es el fin del mundo, es ver a esta gente haciendo de sí mismos, con sus tics exagerados, sus miserias y sus roles cuando están en grupo. Obviamente todo eso está ficcionado y exagerado, pero es el pilar fundamental en el que se sustenta todo y que se debilita de manera sensible a partir de la mitad de la película. Algo quizás similar a lo que ocurría en Dogma de Kevin Smith, donde su humor, también muy cotidiano, se resentía bastante cuanto más se centraba la película en la trama sobrenatural, la cual se veía obligada a recurrir a alguna que otra ida de olla (unas más afortunadas que otras) y al humor escatológico más facilón. Aquí pasa un poco lo mismo.

Conviene, por tanto, tomarse la peli como lo que es en el fondo, unos amigos que se han reunido para hacerse una peli en la que se ríen de sí mismos y dan rienda suelta a alguna que otra idea delirante (algo que curiosamente ocurre dentro de la propia peli en versión suecada). Querer exigirle más sólo va a llevar a la frustración, pero valorada en esa medida cumple perfectamente.

Autor: Javier Ruiz de Arcuate (El Séptimo Arte)

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