Curioso el caso de Luc Besson, tanto incluso que nuestro Mr.
Belvedere es capaz de abrir un ilustrativo debate sobre su figura en el
blog. Besson, director (como productor creo que es un irreprochable
adalid del cine de género de vocación internacional) que te puede
sorprender realizando un Bresson posapocalíptico (Kamikaze 1999), inventar la posmodernidad (En busca de Freddy), el hipsterismo new age (El gran azul), rebootear a Melville (León, el profesional; Nikita) o darle al tebeo (Adèle y el misterio de la momia) y la animación (los terribles Minimoys). ¿Y qué ha hecho ahora con Malavita?
Pues, antes que otro ejemplo de cine comercial sin ningún tipo de
complejo (ni ningún atisbo de originalidad o riesgo), que lo es (y a
mucha honra), lo que ha conseguido es materializar un sueño/capricho:
trabajar junto a Robert De Niro. O mejor dicho: convertir al arquetipo,
scorseseiano, De Niro en un Eddie Constantine cómico y gruñón en una
comedia costumbrista (no muy diferente a las que Henri Verneuil o Norman
Panama & Melvin Frank hacían) mucho más turística e inofensiva que
el ácido precedente literario italiano que adapta. No inventa nada
Besson con esta coñona galería mafiosa chocando culturalmente con la
tipología tópica gabacha (no deja de ser un continuo Dreyfuss vs.
Clouseau), pero tampoco lo hace malamente: sus chistes cartoon
explosivos funcionan y De Niro y, sobre todo, Michelle Pfeiffer están
muy divertidos. Siempre se agradece que mezclen Una terapia peligrosa con Giovanni Guareschi o con los relatos de Clochemerle.
Autor: Fausto Fernández (Fotogramas)
Autor: Fausto Fernández (Fotogramas)
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