viernes, 25 de enero de 2013

'El cuarteto': La arruga es bella


Después de más de 45 años dedicado a tiempo completo a la interpretación ese pequeño gran actor que no necesita presentación alguna y responde al nombre de Dustin Hoffman ha decidido probar suerte en la dirección con 'El cuarteto', modesto y humilde filme en espíritu, maneras, ambiciones y resultados que no por casualidad se hace fuerte en aquello que mejor conoce Hoffman, las interpretaciones de su reparto (muchos de ellos músicos de verdad retirados), y que junto a la siempre bienvenida música de Verdi o Puccini, la cual nos acompañará entre dientes a la salida del cine por unas cuantas horas, acaparan casi todo el interés de la función. Un filme poco más que correcto y discreto que cumple y funciona de manera igualmente discreta con el que Hoffman, más que pretender dar un primer paso hacia la dirección, se diría que simplemente se ha permitido el capricho de experimentar que hay "al otro lado", sin más.

Esta experiencia en la dirección de Dustin Hoffman forma parte de ese cada vez más relevante e importante subgénero cinematográfico que, dicho sea con la misma acritud y mala leche de la que por norma suele carecer, podríamos definir como "cine de y/o para viejos"; dicho de otra manera algo más educada y en inglés, por aquella de que siempre queda más "cool", una dramedia "oldie". Un subgénero marcado por un tono claramente optimista que casi siempre se suele valer del sentido del humor como revulsivo contra los achaques de la edad; situado a mitad de camino y con amabilidad entre la ligereza del carpe diem y el poso emotivo que deja toda una vida por detrás; de un aspecto formal elegante pero más bien sencillo, práctico y sobre todo dinámico; de argumentos particularmente tan simples, directos y sinceros que casi siempre definen la palabra "tópico" (y típico); el tipo de cine, en resumen, seguro y que uno, se diría, recomendaría principalmente a su madre quien a buen seguro saldrá más que satisfecha.

'El cuarteto' es básicamente todo esto, un filme amable, ligero e incluso meramente alimenticio cuyas pretensiones encuentran un resultado afín tan discreto como perfectamente válido. Ni nada memorable ni tampoco nada que moleste salvo, si acaso, la posibilidad siempre presente de que con los mismos mimbres y una poca más de intención el resultado podría haber ganado en satisfacción a la par que perder parte de ese convencionalismo que, sobre todo, se apodera de su segunda y mucho más rutinaria mitad, cuando ya queda patente que no hay más de lo que se ve y el único as bajo la manga es el de la franqueza narrativa. En su descargo hay que decir que Hoffman, un monstruo delante de las cámaras, ni amaga con salirse del encuadre ni con dejarse notar de alguna manera, dándoles margen de sobra a su reparto para que disfrute y nosotros con ellos, nada que nos suponga un reto, a ellos o a nosotros, pero no por ello resuelto con menos eficiencia en ambos sentidos.

Precisamente esta palabra, eficiencia, es lo que vendría a resumir perfectamente un filme simplemente eficiente, que cumple a la hora de entretener con una sonrisa en la boca y sin complicaciones, y que si bien no marcará ningún antes ni después, si bien es posible que en el espacio de la Wikipedia dedicado a Dustin Hoffman este paso por la dirección no será más que un pequeño apunte a pie de página, los amantes de este tipo de cine sencillo, optimista y amable encontrarán motivos para salir satisfechos de la sala. Tal vez no demasiado dado que el filme, en última estancia, quizá abuse de ser demasiado sencillo, optimista y amable, de caer de forma demasiado fácil y obvia en lo convencional despreciando y/o desaprovechando esa maravillosa banda sonora que, al menos durante los primeros compases, amenaza con ser parte decisiva en la historia y no sólo su acompañamiento. Tal vez, pero la intención también cuenta... un poco.

Autor: Juan Pairet Iglesias (El Séptimo Arte)

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