sábado, 5 de enero de 2013

Crítica de "The Master"


Paul Thomas Anderson es un cineasta norteamericano que a estas alturas, y más aún desde que se hizo destacar el Thomas de su nombre para que no le confundieran con "el otro Anderson", no necesita de presentación alguna. Su cine tampoco debería, y este texto debiera ser inútil, fútil, irrelevante... humano. Y después de los cinco (largos) años transcurridos desde su último filme, la que en España conocimos como 'Pozos de ambición', por fin presenta una nueva película, la que en España conoceremos como 'The Master', y que como en él viene siendo costumbre supone un nuevo amago y/o conato de obra de arte a revalorizarse con el paso del tiempo y tras varios visionados que, ya en frío, permitan sacarle todo el jugo posible a una pieza de orfebrería en constante evolución que en caliente resulta, en una sola palabra, hipnótica... magnética... adictiva. La obra de un líder, de un cineasta llamado a dejar huella entre la comunidad cinéfila.

No tengo muy claro qué decir sobre 'The Master' que merezca la pena ser dicho... que le haga justicia a la fuerza de sus imágenes... que sirva o importe para algo... y es que 'The Master' es un filme que ofrece tantas posibilidades que precisamente por esto se antoja difícil (o inútil) escribir un cúmulo de palabras adecuado si no lo reducimos, simplemente, a su mínima expresión (y que bien vale por todas ellas): 'The Master' es una película de Paul Thomas Anderson. Escrita y dirigida, para más señas. Y con eso ya estaría todo dicho, y con eso ya no haría falta decir más... al menos no a quien no necesitaba del Thomas para diferenciarle de William Scott. Y a buen entendedor pocas palabras bastan. Puede que haya algo más, y de hecho lo hay, mucho, ya responda o no al nombre de Joaquin Phoenix, soberbio, pero todo parte de que se trata de una película de Paul Thomas Anderson, uno de esos realizadores que en el fondo da igual lo que rueden, da igual lo que nos cuenten, da igual entorno a qué giren sus pequeños retazos fílmicos, incluso da igual entender lo qué... porque es todo y nada a la vez, sea lo que sea luce tan bien, tan bonito, que uno no tiene más remedio que quedarse ahí quieto, callar y mirar. Y tal vez aprender. Disfrutar o no, ya es otra cosa.

Una vez termine la función, larga, casi tanto como el tiempo que le dedica a cada uno de sus filmes sobre los que se vuelca en cuerpo y alma, está claro que no tenemos ni por qué aplaudir ni por qué estar de acuerdo ni por qué esbozar esa media sonrisa cómplice de cuando salimos del cuarto de baño acompañados; es más, por poder se nos permite incluso habernos aburrido, encontrarnos confundidos o plenamente descolocados, o incluso por qué no, sentirse cabreado... pero nunca estafado, nunca engañado, nunca traicionado. Y es que en parte en eso consiste todo: en reaccionar. Guste más guste menos, con el cine de alguien como Paul Thomas Anderson está prohibidísimo no reaccionar porque es, en tres palabras, cine con mayúsculas. O en una sola, cine. Algo que no puede ser ignorado, incluso por aquel que no quiera dorarle la píldora y hacerse una camiseta con el I Love You; incluso por aquel que a la salida le gustaría reclamar de forma sanguinolenta el importe de la entrada; incluso por aquel que piensa que Roland Emmerich es susceptible de aspirar algún día a ganar un Oscar. Es la magia de quien sabe dirigir, es la magia de un realizador como Paul Thomas Anderson, es la magia del cine.

Como ocurre con casi todos los filmes previos de Anderson, 'The Master' es una nueva joya a degustar a fuego lento, con calma y sin precipitaciones, merecedora de una pausa que nos permita modular, con el paso de los días, nuestras impresiones sobre ella... que no serán pocas. Dicho de otra manera, 'The Master' es un filme que requiere, o más bien se aconseja, con el que tomarse su tiempo para hacer la digestión. Una obra robusta y sólida, densa, aparentemente superficial en lo que a su esqueleto argumental se refiere pero con varias capas que puede, tal vez, no se muestren fácilmente, y de una riqueza formal, moral y narrativa encomiables. Cuando uno rebobina en su cabeza, cuando uno agita sus recuerdos en un vano intento por ordenar todas las piezas, no puede sino perderse ante lo que sin duda es una gran obra llamada no a destrozar ninguna taquilla, ni de lejos, pero sí muchos corazones cinéfilos. Una película, en suma, con la que se te queda cara de tonto... de tonto pero contento. Como cuando te das cuenta de que quieres a alguien. ¿Se acuerdan del episodio de Los Simpsons sobre los movimentarios? Pues eso... porque si averiguas cómo vivir sin ningún maestro, de ningún tipo, asegúrate de hacérnoslo saber a los demás, porque serás el primero en la historia del mundo...

Autor: Juan Pairet Iglesias (El Séptimo Arte)

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