Entre lo fantástico y la fábula, Óscar Aibar propone una película sobre la Guerra Civil que nadie había imaginado.
Cuando
a un pueblo del Bajo Aragón, tan pequeño que ni caciques tiene,
llega el anuncio del levantamiento del ejercito contra la II
República, un hombre rudo con una pizca más de tierras que sus
vecinos se convierte en el enemigo común. En este caso, seguir
leyendo sí tiene sorpresa, y es que ésta no es otra película
española sobre la Guerra Civil. O al menos, no es la que casi todos
esperarían. Con El
laberinto del fauno
y Pa negre
como avales, pero intuyo que con referentes muy distintos, el
director Óscar Aibar encuentra un punto de fuga en lo fantástico y
alegórico para escabullirse de senderos tan trillados. Contarlo es
arruinarlo, pero hay que advertir que hay que estar con cierto ánimo
y predisposición para “lo imposible”. Y no, no es una ola
gigante.
Aibar asume notables riesgos y no renuncia al punto de locura que puede que echase en falta su anterior película, El gran Vázquez.
Quizá por eso uno se queda algo decepcionado cuando aspectos fácilmente
solventables impiden que la historia se desarrolle en plenitud. Sus mejores ideas se quedan apenas en intenciones por culpa de chorraditas como
incoherencias en el doblaje –Maria Molins en catalán se expresa como
una mujer del campo que vive para adentro, en castellano como una locuaz
conversadora, por no hablar de ese Tom Sizemore doblado con acento
“americanou” de pega–, la tendencia a mostrar el lado malo de sus
modestos efectos digitales, y un problema manifiesto para mantener una
línea temporal clara.
Autor: Manuel Piñón (Cinemanía)
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