Como el planeta dividido del que habla su punto de arranque
argumental. Un amor entre dos mundos es una película partida en dos: por
un lado, a su aire, el romance prohibido que une y separa a la pareja
protagonista, de perfil tontorrón; por el otro, infinitamente más
atractivo, el levantamiento de un mundo fantástico en el que se
proyectan algunos de los confictos e inquietudes de nuestra realidad.
Parece claro que al director Juan Solanas (Nordeste) le interesa más lo segundo, porque es ahí donde pone más empeño y esfuerzos en resultar convincente. El espectacular diseño de escenarios y la imponente exposición de efectos digitales, así como el juego cinematográfico con el que plasma la singularidad de su propuesta y la parábola política y social que de ella se deriva (la gran corporación y su kafkiano funcionamiento, la lucha de clases, la evolución tecnológica…), le ayudan a edificar una idea de arranque fascinante. Un arranque que, a veces, se tambalea por un guión errático y un leitmotiv amoroso resuelto de forma atropellada.
Autor: David Broc (Fotogramas)
Parece claro que al director Juan Solanas (Nordeste) le interesa más lo segundo, porque es ahí donde pone más empeño y esfuerzos en resultar convincente. El espectacular diseño de escenarios y la imponente exposición de efectos digitales, así como el juego cinematográfico con el que plasma la singularidad de su propuesta y la parábola política y social que de ella se deriva (la gran corporación y su kafkiano funcionamiento, la lucha de clases, la evolución tecnológica…), le ayudan a edificar una idea de arranque fascinante. Un arranque que, a veces, se tambalea por un guión errático y un leitmotiv amoroso resuelto de forma atropellada.
Autor: David Broc (Fotogramas)
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