Esta película es de las que a más de uno le hizo hervir la sangre nada más conocerse el proyecto. Siendo Posesión Infernal (y su secuela/reboot Terroríficamene Muertos) un título de referencia dentro del cine de terror, y una película cuyo estilo, mala baba, falta de complejos y particular sentido del humor nadie ha conseguido igualar, los cuchillos estaban en alto ante el posible sacrilegio. No sería la primera vez que un remake se limita a ser un lavado de cara modosito por tener detrás a un gran estudio. Por suerte para todos, esta película no responde a ese patrón.
Fede Álvarez, que es uno de esos relizadores que, gracias a la viralidad alcanzada por uno de sus cortometrajes (Ataque de Pánico, con más de 7 millones de visionados en YouTube), ha conseguido dar el salto a Hollywood a lo grande, participa también como guionista de esta nueva versión. Hay que reconocerle tanto a él como a sus compañeros de guión (la popular Diablo Cody y Rodo Sayagues) el haber entendido que este remake no podía tener lugar sin conservar, más allá del argumento, esa falta de vergüenza a la hora de servir al espectador un cocktail de escenas desagradables de verdad y que en ocasiones bordeasen lo cómico. En definitiva, diversión.
Parte de ese mérito, más allá del ser claramente explícitos con las imágenes, pasa por haber dado a los efectos prácticos y de maquillaje el protagonismo que merecen. A día de hoy no hay efecto digital que consiga dar el mal rollo, el asco y el realismo que una buena prótesis de maquillaje. De alguna manera, sentimientos tan primarios como el miedo y el asco siguen funcionando mejor con técnicas más terrenales y palpables.
Lo que ocurre es que ninguno de los involucrados en este remake, que parece haber gozado por parte del estudio de la libertad necesaria para desbarrar, es ajeno al cine actual y a ciertos convencionalismos que unifican propuestas más de lo que nos gustaría, en aspectos que, quizás, no hubiésemos pensado que serían un problema. Si los fans estaban temerosos con la calificación de la película y con los huevos que ésta tenía que poner sobre la mesa a la hora de ofrecer diversión cerda, donde el filme patina es en la autoimposición de dar un trasfondo a los personajes. Siendo una película que, como la original, se revela como una divertimento en el que disfrutar del miedo como pura experiencia de ocio, se obceca durante el primer tercio en construir un conjunto de relaciones con traumas y problemas familiares que, honstamente, nos la bufan. No es esa clase de película, pero parece que, si no se dota de una personalidad compleja y turbia a los personajes, el terror y las cagadas de los personajes no están justificados. Y para dar solución a ese complejo el surtido de problemas no puede ser más tópico. Hay ejemplos recientes como las dos primeras entregas de [REC] o Cabin in the Woods (que rinde un claro homenaje a la película de Raimi) que sí han sabido quitarse ese complejo de película por y para la diversión y es una pena que en este caso no hayan hecho lo propio.
Por suerte, pasado ese inicio que, más que un problema, desentona con el espíritu Evil Dead, la película va al grano, entra en la fase destroyer y no la abandona hasta el final. Divierte, en algunos casos innova, y aunque no tenga tan acentuado el toque de humor negro que dominaba la película de Raimi, no renuncia a esas risas indispensables cuando el exceso se convierte en comedia, y se agradece mucho en una época en la que son raras las propuestas de terror más mediáticas que se acuerdan de que éste combina muy bien con el humor.
Obviamente el original pesa mucho en el recuerdo y el descaro y despreocupación de aquella no lo alcanza este remake ni por casualidad, no tanto por imposiciones externas como por ser una película de otra generación. Sin embargo, lo importante sigue ahí y sin duda será una película a celebrar por los amantes del terror y un remake que se merece, al menos, una palmadita en la espalda.
Autor: Javier Ruiz de Arcuate (lashorasperdidas)
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