martes, 3 de septiembre de 2013

Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso

Ya lo hemos comentado muchas veces, pero con la desaparición de Harry Potter y Crepúsculo del panorama cinematográfico se ha abierto una vacante para la aventura fantástica juvenil. Más bien dos vacantes, una para un cine más centrado en la propia aventura y el camino del héroe, espacio que ha ocupado con relativo acierto la saga Los Juegos del Hambre, y otra donde lo esencial es la historia de amor, de corte más romántico, que de momento no ha tenido ningún contendiente serio. Cazadores de Sombras viene a ocupar ese espacio a partir de otra saga literaria de bastante éxito y no lo disimula un ápice.

Cazadores de Sombras (libro) se publica, concretamente, dos años después de la primera entrega literaria de Crepúsculo, ya en plena fiebre vampírica y con la primera película en marcha. No he leído el libro, pero viendo la película y suponiendo que ésta sea coherente con el material original, se nota que aquí ha habido una labor exhaustiva por dar con la fórmula definitiva para el éxito juvenil uniendo, por un lado, la mencionada Crepúsculo, y por otro, la adorada Star Wars. Y cuando hablo de éxito me refiero, por desgracia, al económico.


La historia gira en torno a una chica que, ya cercana a la mayoría de edad, comienza a visualizar un extraño símbolo y a dibujarlo constantemente, un símbolo que no es sino el primer síntoma de que ella es sensible a un mundo sobrenatural oculto a ojos nuestros, vulgares mortales (a los que se da otra denominación étnica despectiva a lo Harry Potter). Que ella revele esa sensibilidad desata el interés de de un grupo de cazadores de sombras (sobre todo de uno de ellos), herederos de un linaje destinado a mantener un equilibrio entre las fuerzas del bien y del mal. El amor surgirá entre la intrépida muchacha y el famélico y andrógino guerrero. Sin querer destripar la trama en exceso, digamos que se mantiene el tono romántico lleno de criaturas mitológicas al estilo Stephenie Meyer (vampiros y hombres lobo están presentes) y que poco a poco va incluyendo un cantosísimo desarrollo de los acontecimientos calcado a la principal trama de Star Wars.

Esto no tiene por qué ser malo si se hace bien. Hoy día no hay narración que no esté influenciada o conscientemente inspirada en otra anterior o en ciertos arquetipos universales. Pero los referentes hay que manejarlos con cierto cuidado, buen gusto y, por qué no decirlo, respeto. Aquí, esa nada velada referencia al universo de George Lucas es excesivamente obvia, tanto en el conflicto principal como en la forma de revelarlo. Una falta de cuidado debida, quizás, al hecho de que el público al que va dirigida la película ya tenga Star Wars como una cosa “de viejos” que ni siquiera han visto. Es algo que pasa en todas las generaciones pero, como digo, inspirarse o incluso copiar también requiere de buen gusto y esfuerzo. Aquí hay momentos donde ambos aspectos escasean de forma alarmante.

Pero ese acomodo creativo no afecta sólo al calco, sino que se nota también en la dejadez a la hora de construir ciertas escenas. No descubro nada si digo que en esta peli hay beso. El beso. Pero esa escena, que debería ser romántica, espectacular y, por qué no, erótica, está tan llena de clichés ñoños que acaba pareciendo una parodia. Ahí va: Mientras bajan una escalera de caracol de hierro forjado en un jardín espectacular se da un “que te beso, pero me contengo, pero ahora te como la boca hasta relamer tus paluegos más profundos” muy lamentable, seguido de ojitos de cordero apasionado, flores mágicas que se abren justo en ese momento y riego artificial que empapa a los amantes mientras hacen “jijiji” “jojojo” (metáfora de “la tengo gorda como el muslo de un chiquillo”). Todo ello culminado con la balada rockera emo más chunga disponible. En serio, había risas en la sala.


Sin ser tan descarado otras muchas escenas recurren a lo fácil, muchos momentos se resuelven por oportunas casualidades y determinados momentos inquietantes son obviados por los personajes por motivos que sólo Dios sabe (cierta mordedura de vampiro que aparece por ahí).

Y debo decir que es una pena porque el arranque de la película, aunque no sea muy novedoso, al menos es digno y eficaz. La presentación de los personajes no está mal, especialmente una protagonista cuyo tratamiento huye bastante del estereotipo de heroína blandengue visto tanto en la saga Crepúsculo como en The Host. Lo que mueve a la protagonista no es el amor por un hombre, sin que tampoco haya necesidad de obviarlo. Pero cuando llegamos al antagonista y los secundarios, y eso que en la película se han esforzado por escoger un muy digno casting (Jonathan Rhys Meyers, Lena Headey o Jared Harris están en el reparto), vuelve la flojera.

La sensación es la de otra oportunidad perdida de hacer del cine fantástico y de corte romántico algo digno y reivindicable, que no parezca siempre un producto prefabricado para adolescentes poco exigentes. Quizás se puede decir que no es víctima de desarrollos delirantes como si pasaba en Crepúsculo (si bien ese era un aliciente para que los abochornados la disfrutasen como comedia involuntaria, que no es poco), pero hay que reconocer, después de tanto mencionarla, que carece de la personalidad de ésta porque, delirante o no, Crepúsculo ha sido el referente y las demás las imitadoras. Stephenie Meyer, quizás como Michael Bay, ha conseguido hacer llegar la autoría al terreno de lo hortera, hacer identificable su sello personal en un contexto de literatura y cine aparentemente prefabricados y de consumo descerebrado. Ahí queda eso.

Autor: Javier Ruiz de Arcuate (lashorasperdidas)

No hay comentarios: