lunes, 8 de julio de 2013
Crítica de "Gru 2: Mi Villano Favorito"
Con la saga Gru, Universal se postuló como otro importante competidor en el campo de la animación. La primera entrega, una película sin grandes pretensiones, funcionó de perlas porque detrás de la premisa, la de un ninguneado aspirante a supervillano que desea dar el golpe del siglo, había un personaje entrañable, matizado y bien secundado por una horda de minions de lo más cachondos. En aquella película, como en casi todos los títulos de animación, se perseguía hablar sobre ciertos valores universalmente aceptados como positivos, básicamente, los actos de amor altruistas (hacia tres niñas huérfanas con un punto ñoño, pero con encanto).
Se establecía así uno de tantos modelos de familia de los que existen hoy día, con un padre y tres hijas. Aparentemente defectuoso pero, en el fondo, perfecto, porque había lo que tenía que haber, amor. En esta secuela ese modelo de familia se plantea como incompleto, algo que siguiendo los esquemas tradicionales implica que hay que añadir una madre al conjunto. Llegados aquí, muchos quizás quieran leer esa evolución de la historia como un acto de conservadurismo consciente y quizás haya algo de eso. A fin de cuentas se contrapone la imagen tradicional del villano a la imagen tradicional del buen americano. Pero me da que la deriva es más una cuestión de continuismo y falta de ideas respecto a la anterior entrega. Es decir, Gru sigue teniendo un hueco que llenar en su corazón, igual que sus hijas, haciendo que la película comience en un punto no tan distinto a la anterior, lo que implica poder mantener ciertos esquemas en la historia y no decepcionar al público al que gustó la primera entrega.
Así que lo que nos encontramos es una película perezosa en su premisa, pero que, por suerte, saca todo el potencial de la misma logrando una película ligera, ágil, divertida y buenrollera. No hay que olvidarse de que este clase de títulos van dirigidos, sobre todo, a los niños, y que ya de paso, pretende divertir a los adultos que les acompañan. Sin duda cumple en ambos casos y, para ello, pese a ir sobre seguro en la trama, aporta los suficientes ingredientes para motivar a su público, como una “compañera de viaje” antagónica (ella persigue villanos) y a la vez muy similar (es igualmente torpe y entusiasta en su objetivo) con la que se complementará de perlas y con la que surgira ese ansiado sentimiento mientras colaboran desde el lado bueno del espectro moral. Por otro, los minions, que siguen siendo ese alivio cómico basado en puro slapstik, tienen el protagonismo necesario y una cachonda digievolución que sirve para conseguir un climax la mar de divertido.
También hay otra idea salida de cierto conservadurismo y que sirve como genial microcosmos para la trama: el centro comercial. Media película transcurre en ese sitio que no es otra cosa que el templo del ocio familiar. Y es que igual que esta película, los centros comerciales consiguen unir las necesidades de ocio básicas del grueso de familias. Ocio blanco y pulcro tras el cual se encuentran la tentación y el mal definitivo, dando una vuelta de tuerca a ese paraíso artificial, y sirviendo, igual que en la genial Mallrats, como escenario en el que confluyan todas las subtramas y aspectos importantes de la vida (amor, desamor, sorpresas agradables y el lado oscuro del ser humano).
Así que, de algún modo, Gru 2 es la película modelo del ocio familiar de centro comercial, tanto por el tipo de película como por inspirarse en ambos elementos para construir el grueso de la historia. En un verano sin grandes títulos de animación, al menos sí que tendremos esa hora y media para niños y padres cubierta de forma más que competente, con algún que otro espectacular gag visual (como ese megatiburón lleno de cohetes y explosivos dirigiéndose a un volcán) y los tics histéricos de los minions evolucionados.
Autor: Javier Ruiz de Arcuate (lashorasperdidas)
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