martes, 29 de enero de 2013

Crítica de "El lado bueno de las cosas"


El gato por liebre. Famosa triquiñuela polimórfica que en cine consiste en encasquetar al espectador lo contrario de lo que al principio se proponía. ¿Motivos? Acostumbran a ser puramente comerciales, o sea guardarse un caramelito de vaselina para meternos doblado el dulzón supositorio de la comercialidad. David O. Russell plantea durante más de una hora de metraje una película amarga, de digestión lenta y no poco desasosiego existencial para, en el último tercio, convertirlo en una comedia romántica al uso que nada tiene que ver con la primera idea regurgitada por nuestro magín.

El lado bueno de las cosas –¡ese fistro de título!- empieza casi como una peli británica de los 60, de director del Free Cinema, crispada, trufada de personajes al límite, jugando a fondo la carta de la neurosis. Como un Mike Leigh intravenoso, para entendernos. Enseguida detectamos que la disfuncional familia protagonista se parece bastante a la de The Fighter, la excelente obra anterior de Russell. Bien, pues llegado un punto de la narración –tiene que ver con el personaje de Jennifer Lawrence- todo cambia y pasamos de La soledad del corredor de fondo –por poner un ejemplo- a una secuela de Notting Hill. El ubicuo Bradley Cooper empieza a dar pruebas fehacientes de que siempre parece estar perdido, no importa si en Las Vegas o en Tailandia. Suerte de un De Niro bastante inspirado a pesar del piloto automático activado desde hace lustros y, sobre todo, de la gran Jennifer Lawrence, presencia casi siempre turbadora.

No es que Russell dilapide el notable calado emocional que había sido capaz de cocinar, pero molesta comprobar que la fuerza se le va por la boca. Lo que nos susurraba con desesperados gritos y sollozos decide que debe ser declamado con dos o tres hits musicales, una improbable carta de amor y una resolución dramática de primero de escritura. No es que los happy endings sean malos por naturaleza, pero no sé si a David O. Russell le hacía falta demostrarnos que también es ducho en el arte del gato por liebre. 

Autor: Toni Vall (Cinemanía)

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