jueves, 21 de febrero de 2013

'Las ventajas de ser un marginado', el amor que merecemos


Con ese título, resultaría de lo más irónico que ‘Las ventajas de ser un marginado’ (‘The Perks of Being a Wallflower’, Stephen Chbosky, 2012) hubiese destacado como un éxito de taquilla. Se estrenó en España el pasado 8 de febrero y de momento está pasando con más pena que gloria por nuestra cartelera. No se lo merece, y espero que más de uno se anime a darle una oportunidad tras leer este artículo.

Vaya por delante que el film no me apasiona. En primer lugar, creo yo, porque no soy su clase de espectador. No comparto la opinión de que cada película tiene su público y solo éste puede valorarla en su justa medida —ésa es la excusa de quien no tiene nada valioso que ofrecer y teme la crítica—, pero hay que admitir sin problema alguno que hay relatos que buscan conectar con cierto grupo y uno se puede quedar fuera. Sencillamente, el discurso no puede interesarnos a todos por igual, ni el impacto será el mismo, aunque siempre podemos valorar aspectos formales o el trabajo de los actores. Es decir, que si vas a ver ‘Las ventajas de ser un marginado’ deberías saber que los protagonistas son adolescentes (norteamericanos) que tratan de divertirse y superar sus TRASCENDENTALES conflictos, desde la perspectiva de un chico introvertido aspirante a escritor. Y ten en cuenta que Chbosky no es (ni de lejos) un François Truffaut o un Wes Anderson.


‘Las ventajas de ser un marginado’ es una adaptación de una novela del propio Chbosky, titulada igual que el film. La historia nos lleva de vuelta a 1991 y se centra en Charlie (Logan Lerman), un chaval muy inteligente, con talento y poco sociable, que prefiere observar la vida desde cierta distancia. Tiene sus motivos, algunos los explica él mismo desde el principio, otros los descubriremos más adelante y el más gordo se lo reserva Chbosky para el tramo final. Casi a lo Shyamalan. Es un giro peligroso que dependiendo del espectador puede ser un desastre o una decisión narrativa cuestionable, pero no arruina todo lo anterior. ‘Las ventajas de ser un marginado’ es un cuidado, amable y fresco retrato generacional con estupendas interpretaciones.

Charlie es el primer papel donde Lerman demuestra que tiene algo que aportar como actor. Creo que un chico menos popular habría encajado todavía mejor en el papel pero él está muy convincente, se le ve cómodo en esos zapatos y se comporta con mucha naturalidad. No obstante, quien roba la película es Ezra Miller, el perturbador adolescente psicópata de ‘Tenemos que hablar de Kevin’ (‘We Need To Talk About Kevin’, Lynne Ramsay, 2011). Con la facilidad de quien está sobrado de talento, aquí da vida a Patrick, un muchacho extrovertido y carismático que junto a su hermanastra Sam ayudan a Charlie a superar su timidez, hacer amigos y pasarlo realmente bien por primera vez. A descubrirse a sí mismo, aceptarse y participar en la vida. “Somos infinitos“, piensa Charlie, feliz, pletórico, mientras escucha su nueva canción favorita en compañía de sus mejores amigos. Y uno no puede evitar el recuerdo de sus propias experiencias… snif.


Patrick animará a Charlie a salir de su escondite pero es Sam, a quien encarna con naturalidad la encantadora Emma Watson —aún cuesta no verla como Hermione Granger pero no es culpa suya—, la que alterará en mayor medida al chico, enamorado total e irremediablemente. Pero ya he dicho que esto va de SUPERPROBLEMAZOS. La vida no es fácil, y en el cine esto significa incluir algunos obstáculos que complicarán el camino a la meta para el protagonista. Uno de los tramos más inspirados de ‘Las ventajas de ser un marginado’ está dedicado a los esfuerzos de Charlie por aceptar y superar la idea de ver a la chica que le ha robado el corazón en brazos de otro tío. Que por supuesto es un gilipollas. Ni a ella le gusta especialmente, pero, reflexionando, ambos llegan a la conclusión de que “aceptamos el amor que creemos merecer“. Otra cita que se queda grabada.

La relación de Charlie con su primera novia (Mae Whitman), el simpático profesor de inglés (Paul Rudd), el homenaje a ‘The Rocky Horror Picture Show’ (Jim Sharman, 1975), hay escenas muy divertidas que aligeran el tono dramático con el que Chbosky siempre coquetea, buscando el equilibrio adecuado en el retrato de estos tres jóvenes amigos confundidos en transición a la madurez. No faltan los convencionalismos del cine sobre adolescentes —la fauna del instituto—, la trama y la evolución de los personajes es previsible —excepto el brusco giro comentado—, repite ideas visuales algo gastadas —la del coche ya lo estaba cuando salió ‘Titanic’ (James Cameron, 1995 1997)—, falta ingenio transmitiendo el mundo creativo y las experiencias sensoriales de Charlie —reivindiquemos una vez más la obra de Cronenberg— y se descuida a la familia del chico —sobre todo a los padres (Dylan McDermott y Kate Walsh)—, siempre una poderosa influencia.


Pero todo eso lo va sacando uno al pensar, repasar y discutir la película, los puretillas quisquillosos como un servidor, lo cierto es que el visionado resulta agradable y entretenido; los momentos humorísticos del guion de Chbosky, el placentero tono optimista, la selección musical y el acertado reparto logran que los 100 minutos que dura ‘Las ventajas de ser un marginado’ se pasen volando. Especialmente dirigida a espectadores que ronden la edad de los protagonistas o los que deseen un nostálgico regreso a las turbulencias de la adolescencia, es uno de los títulos más recomendables de la cartelera actual.

Autor: Juan Luis Caviaro (Blog de cine)

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