miércoles, 20 de febrero de 2013
Crítica de "Gangster Squad (Brigada de élite)"
Como esos coches con carrocería de clásico pero motor de deportivo, lo primero que llama la atención de Gangster Squad es su impecable y glamurosa apariencia; sin embargo, lo que sacude es la velocidad frenética con la que se conduce. Jimmy Cagney o Bogart habrían tenido serios problemas para disimular el mareo si les hubiera tocado subirse al ralentí a esta historia. Y es que Ruben Fleischer pone las cartas encima de la mesa desde el primer minuto. No pierde demasiado tiempo presentando a los personajes, porque dice más y mejor de ellos lo que visten, lo que beben o la manera de coger sus armas que cualquier retrato psicológico. El bueno (Josh Brolin), el guapo (Ryan Gosling) y el malo (Sean Penn), y vamos al temita que tenemos por delante una pila de tiroteos y peleas a puñetazo limpio que hay que ir sacando adelante.
Sin pausa, pero con mucha listeza de vivo, Fleischer se agarra a dos manos a la fórmula para entregar una película que revive la batalla entre polis y gangsters como nos la contó Hollywood… O como quiere convencernos de que nos lo contó, porque su referencia no es ni Howard Hawks ni Raoul Walsh. El director en el que se mira es el Brian De Palma de Los intocables, que proporcionó todas esas influencias magníficamente filtradas. Legítimamente, ojo, ése es el cine negro de alguien nacido en 1974. Así también se entiende que el lenguaje para llegar al público de 2013 esté más cerca del de Sin City que del de Los violentos años 20. Cuanto antes se entienda eso, cuanto antes deje uno de buscarle el pedigrí a este homenaje al género, más fácil es disfrutar de una película que es ante todo una tremenda sobrada, un fiestón de disfraces para actores estupendos en unos escenarios icónicos. ¿Quién en su sano juicio rechazaría una invitación a un evento así?
Aunque, según las crónicas de la época, sea mucho más verídica de lo que puede parecer, Gangster Squad triunfa cuando apuesta por el exceso y el topicazo. Incluso los momentos de intimidad familiar del personaje de Brolin con su mujer –espléndida y sutil Mireille Enos– son gozoso puro cliché, con un giro sorprendente que parece un guiño: ¡la esposa es la que hace el cásting del grupo de superpolis!
Y entre tanto modesto acierto, sólo un borrón, pero qué borrón, madre mía. Sean Penn, que parece salido de una de las bandas de mafiosos de Dick Tracy –¿será, de nuevo, por ese maquillaje tan chanante?–, patina en su caracterización del gangster Mickey Cohen, hasta el punto de entregar más una caricatura que un villano temible. Quería hacer un Capone como el de De Niro, pero acaba recordando al Jake LaMotta sonado, gordo y ridículo del final de Toro salvaje. Lástima, es el único actor que no parece divertirse en Gangster Squad, probablemente porque no entendía que era eso de lo que se trataba. Será que a Fleischer le faltan aún unas cuantas películas en su filmografía para atreverse a corregir a una estrella. El tuneo de género, sin embargo, demuestra que lo tiene ya controladísimo.
Autor: Manuel Piñón (Cinemanía)
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