Cuarto y excelente día aquí en Sitges.
Parece que va tomando cuerpo el Festival y que, después de un inicio titubeante, los grandes títulos empiezan a hacer marchar el certamen con un paso decidido hacia cotas cuanto menos notables. La mejor prueba es que hoy el Auditori se vistió de gala y de metacinéfilas risas de género con la gran Cabin in the woods. Si ya habitualmente la magnífica sala del Hotel Meliá recibe en medio de ovaciones la mayor parte de las producciones a las que da cobijo, hoy todo era una fiesta y participar de ésta casi una obligación. No sé si les había comentado que a nosotros siempre nos han gustado las fiestas, justo después de Sofia Coppola, tampoco nos volvamos locos. En fin, vamos con la crónica que nos estamos poniendo dispersos.
La posibilidad de una película
Siempre hemos sentido una extraña atracción por las películas de terror psicológico que, nacidas bajo el signo de clásicos modernos como El quimérico inquilino, juegan con la dualidad amenaza real-paranoia y que generan, cuando están bien rodadas, momentos eminentemente cinematográficos, de profunda empatía personaje-espectador, un viaje perverso al fondo de la mente… afortunadamente con billete de vuelta al iluminarse la sala de nuevo. Por estos motivos conectamos con el alentador inicio de la película irlandesa Citadel, con sus exteriores desolados a juego con el interior en ruinas de su fóbico protagonista, con esa amenaza más velada que concreta pero siempre presente, con su implícita crítica social de barrios marginales y olvidados, con todos esos elementos que consiguen mantenernos en vilo durante buena parte de su metraje pero de repente, ay, llega el temido momento de las revelaciones y la sutileza de lo posible deviene en la realidad de lo infeccioso, la amenaza de lo oculto en la certificación de lo trillado y todo se evapora y la sala se llena de las brumas de lo inane. Es cuando nosotros nos vamos y nos tomamos un café en el bar de al lado y hablamos de todo lo que pudo ser y no fue y bueno, también hablamos de cine.
Animación monstruosa
Iniciábamos una triple sesión de tarde con una de las propuestas de animación más esperadas de la temporada, hablamos de Paranorman (nos negamos a utilizar el ridículo título que han usado para la versión española), un simpático homenaje a una amplia panoplia de pelis de terror, desde todos los clásicos del género zombie hasta Viernes 13en formato stop-motion y con su inevitable 3D. La peli resulta muy agradable pese a cierta tendencia a ser blandita y más infantil que otras propuestas del género, verbigracia la magnífica Los mundos de Coraline y, pese a que no tenga nada que ver en su producción el amigo Tim Burton, sí que nos recuerda al autor de Frankenweenie por su defensa del mundo freak frente a la sociedad ortodoxa, causa primera de los desmanes que se cebarán con el pueblo de nuestro protagonista. El mensaje es de tolerancia con lo diferente (genial el momento gayer final que no desvelaremos por aquí) y las pocas veces que carga las tintas lo hace contra el fundamentalismo religioso, algo que obviamente sólo podemos aplaudir.
Géneros reescritos
Tras lo de Paranorman llegaba el momento más gozoso del día y uno de lo que llevamos del Festival y es que The cabin in the woods es una maravillosa reescritura del género de terror ¿o era de la comedia?¿o de ambas?, es más ¿acaso importa?. Gritar riendo, reír gritando, el orden de factores no afecta la calidad de un producto que además nos enseña que no hay nada como un buen slasher para salvar a la humanidad. Metacinefilia y todas las criaturas del averno que ustedes o los guionistas se hayan podido imaginar unidas por un glorioso baile que la convierte desde su propia génesis en un clásico instantáneo, una antioxidante oda al cine. Además de la alabanza general queremos destacar el nombre de Joss Whedon, un tipo que poco a poco ha demostrado ser, además de un director dignísimo, un guionista enfermo de cinefilia. Pocos peros se le pueden poner a sus renovadores trabajos en el campo de la ciencia-ficción (Serenity), el cine de superhéroes (Los Vengadores) y ahora el terror. Junto a él el debutante director Drew Goddard (guionista de Cloverfield), un elenco que se ajusta como un guante a lo que el proyecto requiere y alguna aparición sorprendente confirman que The cabin in the woods es la obra más importante del género desde que Wes Craven filmó Scream, vayan a verla y luego me cuentan.
Leyes robóticas
Pese a que no se explicitan a lo largo de su metraje sí que están muy presentes en Robot & Frank las famosas leyes robóticas que el gran Isaac Asimov desarrolló en buena parte de su obra literaria. Las relaciones del hombre y la máquina y las paradojas que su convivencia diaria pueden originar crean el trasfondo en el que se asiente la cinta dirigida (de nuevo ópera prima) por Jake Schreier. La evolución del entorno familiar en un futuro cercano, siempre con una preocupación especial por la vejez y los males que la acompañan, le da un nuevo sentido a la existencia de esta nueva raza de asistentes personales, aparentemente sin alma pero no por ello (o quizás gracias a ello) más devotamente dedicados a ser los últimos acompañantes de nuestros solitarios ancianos. Destacar la actuación, ya empieza a ser algo habitual, de Frank Langella al que nos tememos que un año repleto de grandes papeles masculinos privará de una merecida nominación en los Oscars.
Crónica de Martín Cuesta
Crónica original extraída de Cinema Ad Hoc:
http://cinemaadhoc.info/2012/10/sitges-dia-4/
http://cinemaadhoc.info/2012/10/sitges-dia-4/
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