miércoles, 12 de diciembre de 2012

Crítica de "El Hobbit: Un viaje inesperado"


El pasado noviembre fue el mes de ‘La saga Crepúsculo: Amanecer. Parte 2’ (The Twilight Saga. Breaking Dawn: Part 2, Bill Condon, 2012), pero el final de la más famosa saga vampírica de los últimos tiempos no tiene nada que hacer contra ‘El hobbit: Un viaje inesperado’ (The Hobbit: An Unexpected Journey, Peter Jackson, 2012) a la hora de luchar por ser el título más recordado de este año que ya está llegando a su fin. Y es que pueden gustar o no, pero las tres entregas de ‘El señor de los anillos’ dirigidas por Peter Jackson se encuentran sin lugar a dudas entre los títulos más destacados de la primera década del siglo XXI y el hecho de que el realizador de la estupenda ‘Criaturas celestiales’ (Heavenly creatures, 1994) regrese a la Tierra Media es un gran acontecimiento para muchos. Por mi parte, hubiese preferido que Guillermo Del Toro la dirigiera tal y como estaba previsto inicialmente, y también que se hubiera realizado una única gran película de aventuras a partir de la novela de Tolkien.

Lo peor de todo es que las ansias de grandeza de Jackson han acabado derivando de una innecesaria trilogía que me hacía temer lo peor en cuanto al uso de relleno insustancial para alargar el periplo de los protagonistas más allá de lo razonable, siendo éste el primer – y principal- punto que convierte a ‘El hobbit: Un viaje inesperado’ en la crónica de una decepción anunciada. Lo cierto es que hace ya años que no revisiono ‘La comunidad del anillo’ (The Fellowship Of The Ring, Peter Jackson, 2001), ‘Las dos torres’ (The Two Towers, 2002) o ‘El retorno del rey’ (The Return Of The King, 2003) y quizá me lleve una decepción al hacerlo, pero sí que recuerdo el entusiasmo que me sobrecogió cuando vi todas ellas en una sala de cine el día de sus respectivos estrenos, algo que ha estado muy lejos de pasar en el caso de ‘El hobbit: Un viaje inesperado’, ya que la sensación al acabar el pase fue de simple alegría por no haberme encontrado con una porquería.

El primer acto – la llamada a la aventura en la que Gandalf lía a Bilbo para que acuda con ellos en su casi suicida misión- ejemplifica bastante bien lo que será finalmente la película: ‘El hobbit: Un viaje inesperado’ es narrada de forma innecesaria como una especie de memorias que escribe Bilbo, algo que Jackson aprovecha para recuperar sin necesidad alguna a Ian Holm y Elijah Wood y así vincularla con mayor fuerza con su anterior trilogía. Esto es algo que se repetirá a continuación – la anodina aparición de Saruman-, ya que Jackson no desaprovecha la más mínima oportunidad para relacionarlas, aunque esto acabe resultando una mera muestra de su desconfianza hacia los espectadores más distraídos – por no decir tontos- que quizá se hayan olvidado de su evidente parentesco.

El otro aspecto conflictivo es que los protagonistas tardan 45 minutos en abandonar el acogedor hogar de Bilbo para empezar a hacer algo. Cierto que así hay algo más de espacio para desarrollar a los catorce protagonistas, pero lo cierto que casi todos ellos son despachados de un plumazo, siendo Bilbo, Thorin y el ya conocido Gandalf – no esperéis grandes cambios respecto a lo que ya sabíamos de él- los únicos que realmente gozan de atención a la hora de definirlos. Es aquí donde sobresale por primera vez Martin Freeman, actor que Jackson estaba empeñado en contratar a toda costa, para levantar el interés de la función y conseguir mantener la atención del espectador. Freeman, un rostro relativamente desconocido para el gran público, consigue a través de pequeñas reacciones gestuales, ligeras modulaciones de su tono de voz y su desbordante talento que la sensación de repetición –algo innegable- no se imponga y que uno realmente esté deseando saber las aventuras que va a vivir.


Otro rasgo clásico de la saga es la inclusión de breves flashbacks para darnos datos adicionales cuya valía en ‘El hobbit: Un viaje inesperado’ va más allá de lo razonable. El caso más evidente es el de Azog, una especie de primo cabreado de zumosol de los orcos – no pude evitar dejar de pensar en que su diseño estaba pensado para vender merchandising- que tiene gran peso en el trágico pasado de Thorin. Es una secuencia resuelto con el tino habitual de Peter Jackson para este tipo de momentos y que realmente llama la atención por mucho que sea una especie de islote narrativo dentro de la película, pero Jackson no se conforma con eso y, en una de las peores decisiones del guión escrito por el propio director de la divertida ‘Mal gusto’ (Bad Taste, 1987) junto a Fran Walsh, Philippa Boyens y Guillermo Del Toro, convierte a Azog en el gran villano de la función. Es aquí donde aparecen los primeros problemas de dividir la historia – los apéndices de ‘El señor de los anillos’ se los podía haber ahorrado- en tres, pues ante la escasa relevancia de Smaug, algo había que utilizar como motor dramático de un simple viaje hasta los dominios del temible dragón.

Puede que algunos estén pensando que estaba deseando encontrar algo para criticar a ‘El hobbit: Un viaje inesperado’, pero es que Azog sólo sirve para entorpecer el ritmo – y alargar la duración- de la película, añadiendo de paso una capa de espectacularidad que no termina de funcionar demasiado bien. Ahí surge una de las dicotomías de la película: ¿Ser una simpática y ligera aventura o una narración épica y trascendental? Lo cierto es que Jackson, por mucho que siga echando mano de sus recursos habituales – planos aéreos para mostrar a gente caminando y la grandiosidad de los parajes naturales donde se rodó-, sabe mantener el tono dominante de la novela – aventura ligera- durante la mayor parte del metraje, pero hay momentos en los que el subconsciente le traiciona y opta por apostar por la espectacularidad, quizá como peaje para que el público no se vuelva contra él. Por ejemplo, la concatenación de casualidades en la huida dentro del refugio orco deja en ridículo a cualquier deus ex machina – no me vale la excusa fácil de que Gandalf es un mago- utilizado por cualquier blockbuster estrenado en 2012, y lo peor es que más tarde hay uno aún más grave. Y no me olvido tampoco de la ridícula y absurda caracterización de Radagast, siendo además el personaje un incordio más que una ayuda.


Sin embargo, hay una muy buena película de 90 minutos – o poco más- en ‘El hobbit: Un viaje inesperado’, ya que no faltan grandes momentos como toda la secuencia que comparten Bilbo y Gollum. He de reconocer que era el único momento de la novela que realmente recordaba con nitidez de lo visto aquí, y he de decir que Jackson logra la perfección en dicha escena. Gollum ha mejorado notablemente en naturalidad – y eso que ya entonces estaba muy conseguido- y Martin Freeman sigue fascinando con la sencillez de su composición de Bilbo. Hay otros momentos estimulantes – la graciosa secuencia con los trolls- y agradecí sobremanera que la naturalidad sea la clave dominante de las actuaciones – genial ver a Hugo Weaving como un Elrond más distendido y cercano-, siendo perfectamente comprensible que un más que correcto Richard Armitage escape a la regla con su intenso Thorin.

En lo visual, es difícilmente discutible que ‘El hobbit: Un viaje inesperado’ brille a un gran nivel, algo que no puede decirse de su totalmente prescindible versión en 3D – resalta algún momento puntual, pero en general no podría ser más intrascendente-, la cual os recomiendo evitar siempre que os sea posible. Sí hay algún fallo en el diseño de alguna criatura, no tanto en su ejecución como en el propio concepto, pero aquí no hay ningún trucaje que resulte cantoso, ni siquiera cuando un personaje llega a desviar flechas con su espada, y es que no podía faltar el momento marcianada, algo en lo que Jackson ya incurría en la trilogía de los anillos. A modo especialmente personal, he de señalar que también me hubiera gustado que Jackson no abusara tanto de las muy logradas composiciones de Howard Shore, pues hay algunos momentos que hubieran mejorado bastante prescindiendo de ella.


En definitiva, ‘El hobbit: Un viaje inesperado’ es un buen entretenimiento con alguna secuencia hasta magistral – el juego de las adivinanzas entre Bilbo y Gollum- y un gran trabajo de Martin Freeman, quien consigue levantar el interés de la película en varias fases en las que con un intérprete menos talentoso – sí, estoy pensando en Elijah Wood- se hubiera ido todo a la porra. En su contra, una excesiva cantidad de relleno – Azog es una mera forma de tener un gran villano que sólo ayuda a relentecer el ritmo- y alguna situación que bordea peligrosamente el mayor de los absurdos – el chistoso orco primo lejano de Jabba el Hutt- impiden que la película pueda a llegar a ser ese grandísimo espectáculo que muchos esperan de ella.

Autor: Mikel Zorrilla (Blog de cine)



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