lunes, 20 de enero de 2014
Crítica de "The Grandmaster"
Desde hace bastantes años mi esclerótica memoria se ve obligada a realizar esfuerzos épicos para recordar grandes películas que hayan recibido el bautizo en la Berlinale. Hablo, por supuesto, de mis excéntricos gustos, ya que otros cronistas profesionales de los festivales de cine sí podrán recordar con eterno agradecimiento que fue aquí donde descubrieron la imprescindible obra de directores como Bela Tar, Brillante Mendoza, Miguel Gómes, Hou Tsiao Tsen o Apichatpong Weerasethakul. Yo, sin embargo, asocio una larga época de la Berlinale a la exhibición de excelente cine estadounidense, a que este fue el escenario donde vi por primera vez Las amistades peligrosas, Delitos y faltas, El silencio de los corderos y La lista de Schindler. Pero el cine norteamericano de calidad desertó por razones que ignoro de un festival al que utilizaba como plataforma para su lanzamiento en Europa. O a lo peor fue al revés, aunque es dudoso, ya que hasta los más lerdos del negocio saben que los festivales se justifican o se potencian con la presencia de esas películas, directores, actores y actrices que casualmente pertenecen al gran cine estadounidense.
Repaso la programación de la sección oficial en esta edición de la Berlinale y constato con el habitual escalofrío que escasean hasta límites alarmantes los directores que me despiertan lógicas expectativas. También abundan nombres del cine internacional que me resultan absolutamente desconocidos, pero que quiero imaginar que han sido seleccionados con inmejorable criterio por los que ya han visto sus películas. Y cómo no también aparecen algunos inevitables clásicos de los festivales, artistas que tendrían muy cruda la existencia pública de su cine si no existieran estos templos de la cultura repitiéndoles indesmayablemente en el curso del tiempo lo profunda, singular, trascendente, revolucionaria y vanguardista que es su incomprendida obra.
Wong Kar Wai, ilustre presidente de un jurado en el que le acompaña entre otros gente con presumible criterio como el actor Tim Robbins y la directora Susanne Bier, ha sido el encargado de inaugurar la Berlinale con su película The grandmaster. Y sospecho que ha descolocado a muchos espectadores que consideran Deseando amar como una de las experiencias más líricas y turbadoras que han tenido en el cine. Al final de The grandmaster creo haber escuchado el tímido conato de aplauso de un par de espectadores (no quiero pensar que pertenecieran a la productora, la distribuidora o el departamento de marketing de la película) pero no ha tenido efecto contagioso. El silencio ha sido glacial e imagino que obedece al desencanto.
Resulta que el poético, filosófico, sublime y para mi gusto a veces esotérico Wong Kar Wai se ha permitido el gustazo de hacer una película de kung fu. Por si quedara alguna duda de su amor al género cierra The grandmaster con una cita del intelectual Bruce Lee. Al igual que otros consagrados directores chinos, como Zhang Yimou y Ang Lee, Wong Kar Wai también se ha sentido tentado por un género protagonizado por las infinitas acrobacias de gente que se embiste ritualmente y da increíbles volteretas en el aire utilizando espadas o sus letales manos y pies. Describe los códigos de honor que practican dos grandes maestros del kung fu que se enfrentan con infinito respeto hacia la sabiduría del otro, la invasión japonesa de China provocando la tragedia de ambos, la traición del discípulo favorito de uno de ellos que decide trepar colaborando con los invasores, la venganza contra este de la hija del traicionado y su imposible historia de amor con el hombre que compitió noblemente con su padre.
Todo ello está narrado con la fuerza visual que acredita a este director, con una voz en off que narra con pretendido lirismo la tristeza y la derrota de unos personajes que viven las artes marciales como una actitud moral, como un modelo de conducta. Es una película que me entretiene moderadamente, en la que permanece la capacidad de su director para crear imágenes hermosas. Aunque sospecho que sus admiradores ancestrales no le perdonarán a artista tan trascendente cuando habla de los sentimientos que haya descubierto que las esencias, la naturaleza y los enigmas de la existencia pueden explicarse a través del kung fu.
Autor: Carlos Boyero (El País)
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