No voy a ser yo el que afirme que para que ‘Ocho apellidos vascos’ (id, Emilio Martínez Lázaro, 2014) consiga arrancar las sonoras carcajadas que consiguió en el numeroso público asistente a la función que acudí a ver el pasado viernes, uno tenga que ser forzosamente andaluz, pero no deja de ser cierto que la singular personalidad de la que hace gala el humor de esta comedia romántica guionizada por Borja Cobeaga y Diego San José pasa por esa impenitente capacidad de los que vivimos por debajo de Despeñaperros para reírnos de todo; un todo que empieza y acaba, sí o sí, por nosotros mismos.
Es en este sentido donde la cinta de Lázaro conseguía provocar las risas más incontenibles y en el que, en última instancia, y gracias a la sorpresa que ha resultado el debut en la gran pantalla de ese enorme humorista que es Dani Rovira, se fundamenta parcialmente la efectividad de una cinta que sigue al pie de la letra los patrones más que establecidos del género al que se adhiere, sin pretender innovar en las estructuras del mismo. Lo único que pretende ‘Ocho apellidos vascos’ es entretener y que durante noventa minutos no tengamos otra preocupación que reír a mandíbula batiente. Y lo consigue. Vaya si lo consigue.
Ahora bien, como todo hay que decirlo, si este filme sobre un sevillano encoñado por una vasca que se planta en el pueblo de ésta para tratar de convencerla de que salga con él termina funcionando no es, ni de lejos, por la dirección de un Martínez-Lázaro que conoció momentos mejores en tiempos pretéritos: anodina e insustancial como ella sola, la labor del cineasta tras la cámara es de un carácter acomodaticio preocupante, careciendo la cinta del más mínimo recurso que pueda suscitar el interés cinematográfico y cayendo en ciertos “errores” de esos que hará que el más atento se eche las manos a la cabeza.
‘Ocho apellidos vascos’, una comedia de actores
Así las cosas, la total responsabilidad de sacar adelante el filme recae sobre los hombros de la pareja de guionistas y, en última instancia, en un cuarteto —ampliable puntualmente a sexteto— que consigue con suma facilidad hacernos creer hasta los apuntes más inverosímiles del trabajo de Cobeaga y San José. Éstos, que enhebran la totalidad del libreto a partir de la suma de lugares comunes de la comedia romántica y del uso —muy bien entendido, por cierto— de los arquetipos que caracterizan a andaluces-sevillanos y a vascos, consiguen sus mejores chistes en el inevitable choque de formas de entender la vida de unos y otros.
Trabando los mismos mediante la vertiente de enredos del género y acudiendo a las arremetidas de unos y otros contra las idiosincrasias de las distintas latitudes de la geografía española, es muy evidente que si las ideas de los escritores funcionan en la pantalla hasta el punto de arrancarnos lágrimas de risa es verbigracia a la incuestionable solidez que aportan Karra Elejalde y Carmen Machí, al buen —y sorprendente— papel que cuaja Clara Lago y, por encima de todo, a esa estrella recién nacida que es Rovira.
Y si nunca habéis visto alguno de los monólogos que nos ha dejado en ‘El club de la comedia’ —echadle un ojo a este impagable sketch— ahora tenéis la oportunidad de descubrir el “arte” que tiene este malagueño que lo mismo te imita a un sevillano con absoluta precisión —creedme, he vivido media vida en la capital hispalense— o se saca de la manga un más que creíble acento vasco que encuentra sus mejores momentos en los careos con Elejalde —sin ir más lejos, la mejor escena del filme, la de la cena, es con ellos dos.
Unido a él, la presencia puntual de esos dos genios que son Alfonso Sánchez y Alberto López —ganas es decir poco al referirme a su próximo filme— hace que algunas de las ideas más ruborizantes del guión se pasen por alto —ese final— y que, si bien quede más o menos claro que desde el punto de vista cinematográfico ‘Ocho apellidos vascos’ tiene poco o nada que ofrecer, como hilarante entretenimiento es un vehículo de primera y no hay que pedirle más.
Autor: Sergio Benítez (Blog de cine)
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